Carmen Rodríguez | 15 Oct 2012
La Guerra Civil siria ha implicado inevitablemente a su vecino turco. Una primera y dramática consecuencia fueron las oleadas de refugiados que comenzaron a abandonar Siria en el año 2011. En la actualidad, se estima que alrededor de 94.000 personas han cruzado la frontera y las Naciones Unidas han pronosticado que, para finales de año, es probable que Turquía deba hacerse cargo de cerca de 280.000 refugiados.
Si bien las relaciones entre Ankara y Damasco habían sido excepcionalmente positivas en los últimos años, a raíz de los acontecimientos que se sucedían en el país vecino, el gobierno turco decidió tomar una clara posición a favor de un cambio de régimen. Esta apuesta ha llevado a confrontar al ejecutivo de Tayyip Erdoğan con el gobierno de Bashar Al-Assad. Turquía ha apoyado al Consejo Nacional Sirio y a la oposición armada del Ejército Sirio de Liberación. Entre esa oposición armada se encuentran combatientes salafistas provenientes de otros países, cuya presencia ha contribuido a radicalizar las consecuencias del conflicto sirio.
La tensión entre los gobiernos turco y sirio se ha incrementado notablemente en los últimos meses. En junio, un avión militar turco fue derribado por fuerzas sirias, por lo que Turquía convocó una reunión de consulta con los otros miembros de la OTAN amparado en el artículo 4 de su carta. En octubre, cinco civiles turcos perecían en Akçakale bajo fuego sirio. Tras este ataque, el Parlamento turco concedió permiso al gobierno (sin unanimidad) para llevar acciones militares al otro lado de la frontera. El gobierno turco se ha empeñado en matizar que no se trata de una declaración de guerra contra Siria, sino de ejercer el derecho de respuesta ante las agresiones sirias. En el interior, la población turca se ha mostrado mayoritariamente en contra de que Turquía declare la guerra a Siria.
El régimen de Al-Assad es apoyado por Rusia e Irán, dos países clave por razones comerciales y diplomáticas para Turquía. Por otro lado, Estados Unidos y la Unión Europea rehúyen implicarse directamente en el conflicto sirio. Para Turquía no es deseable, por lo tanto, una intervención unilateral que la enfrente a Rusia e Irán. El gobierno turco desearía una rápida transición que acabe con la inestabilidad siria. En un primer momento su no rotundo al régimen de Al Assad está siendo más matizado, y el ministro de Asuntos Exteriores turco, Ahmet Davutoğlu ha propuesto que el cambio político sea dirigido por el vice-ministro Faruk-Al Shara, una posición que acerca Turquía a Rusia, cuyo gobierno aspira a que la transición siria cuente entre sus dirigentes con parte del régimen anterior.
En la prensa nacional turca, las críticas de los columnistas apuntan que el ejecutivo turco se implicó en el conflicto sirio sin tener el peso diplomático y militar necesario para ello, haciendo de él un asunto de política interior o incluso de “honor”, lo que le ha dejado un margen de maniobra muy estrecho. Aunque el Gobierno turco no pretenda, en estos momentos, llevar la confrontación con Al-Assad hasta sus últimas consecuencias, la inestabilidad en la zona hace que sea impredecible saber lo que ocurrirá en el futuro.