David Nievas | 15 Mayo 2015
El llamado “Acuerdo para la paz y la reconciliación en Mali” aspira a allanar el camino para ofrecer una solución definitiva a las aspiraciones de los rebeldes tuaregs y mejorar el nivel de desarrollo y la situación securitaria del convulso norte de Mali. Este acuerdo se ha forjado durante más de 8 meses en la capital argelina gracias a la labor de mediación de Argel y de la comunidad internacional, y es el enésimo texto que se negocia entre las partes a lo largo de la historia poscolonial de Mali.
Las principales propuestas que se adivinan en este acuerdo abordan espinosas cuestiones políticas que conforman una parte importante de la discordia entre Bamako y las facciones tuaregs separatistas en el norte de Mali. Aparte de abrir la puerta a la denominación de la zona como Azawad (apelativo reivindicado por los tuaregs para ciertas regiones del norte de Mali) y de reforzar la presencia de las comunidades del norte en los aparatos del Estado, el acuerdo prevé una restructuración de la administración de las regiones, permitiéndoles dotarse de una asamblea regional votada por sufragio universal directo y disponer de mayor control del presupuesto. Para ello la ley electoral se someterá a una reforma y posteriormente se convocarán unas elecciones regionales.
Estos elementos van en el sentido de aplacar en parte las reivindicaciones de mayor autonomía de las comunidades tuaregs a través de una ampliación de la descentralización del país. Por su parte, el ejecutivo maliense ha conseguido preservar sus líneas rojas respecto a la integridad territorial y la laicidad del país. El gobierno de Bamako puede felicitarse de mantener la unidad y la laicidad de Mali si lo comparamos con la incierta situación de abril de 2012, cuando los grupos armados dominaban la mitad norte del país y declararon unilateralmente la independencia del Azawad y aplicaron la sharia en algunas localidades.
El otro aspecto fundamental del acuerdo concierne la eterna promesa del desarrollo del norte. Las regiones norteñas han sido tradicionalmente excluidas de una inversión estatal adecuada, lo que ha aumentado la sensación de parte de sus poblaciones de que han sido tratadas injustamente por Bamako. El acuerdo prevé la puesta en marcha inmediata de un programa de desarrollo de las regiones del norte que actuará sobre un amplio abanico de campos de acción. Las autoridades malienses deberán realizar esfuerzos suplementarios y mostrar una decidida voluntad política ya que no es el primer plan de desarrollo del norte que termina diluido por la mala gobernanza y por el alto nivel de corrupción que adolece la administración maliense.
En Bamako, la firma del acuerdo ha tenido lugar el 15 de mayo con la ausencia notable de la parte tuareg y sobre un telón de fondo de tensión en localidades del norte del país. El acuerdo no ha sido firmado por la Coordinadora de Movimientos del Azawad (CMA), que agrupa a los principales grupos rebeldes tuaregs que participaron en el levantamiento de 2012. El texto, de una treintena de páginas, había sido rubricado semanas atrás por el gobierno de Mali y por los grupos armados leales a Bamako. La posición del gobierno ha obtenido el visto bueno de todas las fuerzas políticas malienses. En el campo tuareg, el representante de la Coordinadora no rubricó el texto hasta un día antes de la ceremonia y anunció que no acudiría a Bamako. Existe división en las filas tuaregs sobre la satisfacción de sus reivindicaciones y, aunque han rubricado el acuerdo, quieren continuar negociándolo.