Eva Estaún | 05 Oct 2012
Somalia es un estado fallido que durante la última década ha estado sumido en un conflicto bélico. La mayor parte del territorio está dividido entre diferentes señores de la guerra lo que ha impedido al país contar con un poder centralizado.
La comunidad internacional ha intervenido desde los inicios del siglo XXI con la proposición de varios procesos de paz, todos ellos fallidos excepto el último, iniciado en Djibouti, que ha permitido que el gobierno establecido en Mogadiscio haya ido ganando últimamente legitimidad entre la población. Dicha legitimidad deriva de la mejora en las condiciones de seguridad de los ciudadanos de la capital somalí.
Sin embargo, aun existen amplias zonas del país dominadas por la guerrilla Al Shabab que amenazan la estabilidad del país. La comunidad internacional, con especial referencia a la Unión Africana, ha unido sus fuerzas para derribar los principales bastiones de la guerrilla en el país, con algunos resultados claros. Sin embargo, aún se puede decir que en el país reina el desgobierno.
Con ese escenario de fondo el día 10 de septiembre tuvo lugar la elección del nuevo presidente de Somalia, Hassan Sheikh Mohamud, un conocido islamista, académico e importante activista en la sociedad civil que se impuso de una forma totalmente inesperada al hasta el momento jefe de Estado, Sharif Sheikh Ahmed.
Mohamud consiguió en estas elecciones indirectas el apoyo de 190 de los 271 miembros del recién formado Parlamento de Somalia. Los islamistas radicales del país están en contra de esta elección al considerar que responde tan solo a los intereses occidentales sin poner atención a las verdaderas necesidades del pueblo de Somalia.
La comunidad internacional ha acogido con entusiasmo la llegada de este nuevo presidente, que acaba con el periodo de transición que marca la hoja de ruta del proceso de Djibouti, constituyendo por ello un momento crucial para la historia del país y para la reconciliación nacional.
Son varios los retos que enfrenta el gobierno de Sheik Mohamud durante estos cuatro años de gobierno. En primer lugar tiene que conseguir el respaldo de toda la población somalí, pero de momento ha sido reconocido por las potencias internacionales y probablemente los ciudadanos de Mogadiscio le prestarán su apoyo. Sin embargo, necesita conseguir que la población bajo dominio de los “para-gobiernos” acaben reconociendo también su potestad como presidente.
El papel de Al Shabab en la nueva sociedad somalí es otro de los retos que enfrenta Sheik Mohamud. Con la intervención de las tropas de AMISOM –fuerza de paz de la Unión Africana– la guerrilla se ha debilitado notablemente, lo que permite al nuevo presidente pensar en una hoja de ruta para la paz donde se prevea como reintegrar a los lideres islamistas radicales en la nueva sociedad.