Presidenciales y Provinciales, 20 de agosto de 2009
Ana Ballesteros | 10 Abr 2010
Las elecciones presidenciales y provinciales afganas se han caracterizado por la oleada de violencia y propaganda contra los comicios lanzada por los talibán y otros grupos insurgentes. La inseguridad ha sido el rasgo más publicitado del preludio electoral, aunque también haya que remarcar el hecho de que son las primeras elecciones que organizan los afganos, si bien asistidos, tras el derrocamiento del gobierno talibán en 2001. Si bien es loable el extraordinario esfuerzo realizado a la hora de organizar dichas elecciones y registrar a unos 13 millones de afganos, la inseguridad, el terrorismo, la inaccesibilidad a algunas zonas, sea por las características del terreno o por los combates entre tropas de la OTAN y los insurgentes, han dificultado sobremanera la poco sencilla tarea de la Comisión Electoral Independiente de Afganistán (CEIA). Las malas condiciones unidas al hastío de una población cansada de la corrupción, la inseguridad y la falta de recursos, hacían prever una baja participación tanto en el registro como en la votación.
El tira y afloja entre la comunidad internacional y el gobierno afgano ha sido la tónica general.
Asimismo, el tira y afloja entre la comunidad internacional y el gobierno afgano ha sido la tónica general. No ha resultado fácil distinguir hasta qué punto las elecciones eran organizadas por los afganos o inducidas por las fuerzas externas. La dependencia del apoyo de las tropas de la OTAN para organizar y garantizar la seguridad de los comicios, así como las limitaciones económicas, obligaban a la CEIA a celebrar al mismo tiempo las elecciones presidenciales y provinciales, ampliando el mandato del Presidente cerca de tres meses, a lo cual objetó la oposición. La divergencia de objetivos entre el gobierno afgano y la comunidad internacional ha restado credibilidad a estos comicios, que supuestamente debían reforzar las instituciones políticas y electorales afganas, además de promover la estabilidad.