Carmen Rodríguez | 08 Sep 2015
Tras las elecciones generales celebradas el 7 de Junio de 2015 el AKP perdió la mayoría absoluta, con la que había gobernado en las tres legislaturas anteriores. Cuatro fueron los partidos que lograron superar el alto umbral electoral del 10%. Además del AKP, accedieron al reparto de escaños el partido de centro-izquierda, CHP, el partido ultra-nacionalista MHP y el partido pro-kurdo HDP, tras ampliar su base electoral, al incorporar demandas sociales y de derechos humanos, que se vieron respaldadas por un heterogéneo grupo de electores, que superaron el tradicional cleavage turco-kurdo.
Ahmet Davutoğlu recibió el mandato presidencial de Recep Tayyip Erdoğan para conformar una coalición gubernamental viable. Las grandes diferencias entre los cuatro partidos con representación parlamentaria planteaban una enorme dificultad a la hora de formar gobierno. Erdoğan, de hecho, poco después de las elecciones ya había expresado su deseo de volver a repetirlas. Durante la campaña electoral había realizado mítines a favor del AKP contraviniendo el papel de neutralidad que la Constitución le exige frente a todas las fuerzas políticas. Si bien se barajó la posibilidad de una gran coalición entre el AKP y el CHP, que parecía estar apoyada, también, por los principales grupos económicos del país, finalmente no se pudo llegar a ningún acuerdo. Las líneas marcadas por el CHP, como la investigación en profundidad de casos de corrupción abiertos contra el AKP o la limitación del papel de Erdoğan en la labor del ejecutivo turco eran algunas de las cuestiones claves que impidieron este acercamiento.
Una vez que Davutoğlu fracasó en sus conversaciones para formar gobierno, la tradición electoral en Turquía impelía al presidente a que le confiriera al segundo partido más votado el mandato de formar coalición gubernamental, el CHP, de hecho, así lo solicitó. El presidente turco, sin embargo, en sintonía con las preferencias ya expresadas con anterioridad, decidió convocar elecciones tras expirar el plazo de 45 días con el que los partidos contaban para formar gobierno, según lo estipulado en la Constitución turca.
Las elecciones se celebrarán el 1 de noviembre en un clima de máxima tensión e incertidumbre, a lo que hay que sumar la situación en la vecina Siria, y el papel de Turquía en la guerra, cuyo impacto todavía es imprevisible. En el interior del país el conflicto entre el PKK y las fuerzas militares turcas se ha reactivado gravemente durante el verano. Son numerosas las especulaciones desatadas sobre las razones de este recrudecimiento del conflicto. El propio ministro de Sanidad turco Mehmet Müezzinoğlu declaraba que “el caos existe en Turquía porque no está gobernada por un sistema presidencial”. De acuerdo con esta interpretación, si el AKP hubiera logrado la mayoría absoluta para cambiar la Constitución, Turquía no estaría en la situación en la que se encuentra en la actualidad. Lo cierto es que importantes regiones de mayoría kurda del país se encuentran en “zonas de seguridad especial” a las que no tienen acceso los civiles, rememorando así los días del infame “estado de emergencia” que se aplicó a 13 de provincias entre 1987 y 2002, y al que se puso punto y final como resultado de las negociaciones de adhesión entre Turquía y la UE. El líder del HDP, Selahattin Demirtaş ha declarado, que en estas condiciones no es posible celebrar una campaña, ni elecciones en el este del país, dada la espiral de violencia que vive la zona y las escasas garantías para proceder al ejercicio del voto de manera libre y segura.
El AKP y Erdoğan buscan una cuarta mayoría absoluta. Lo que no está claro a esta distancia de las elecciones y a pesar de las encuestas realizadas hasta la fecha, es si el voto nacionalista turco en reacción a los ataques del PKK será suficiente. Tampoco está claro que el HDP deje de superar el 10% del umbral electoral, que fue la causa principal de la pérdida de la mayoría absoluta por parte del AKP.
Por último, pero no menos importante, las últimas redadas policiales lanzadas contra el grupo Koza Ipek Holdin, que incluye los periódicos Bugün and Millet y los canales de televisión BugünTV y Kanaltürk, cuyo dueño es simpatizante del movimiento de Fetullah Gülen, el ataque con piedras al conocido periódico Hürriyet por parte de simpatizantes del AKP o la detención de periodistas extranjeros cubriendo el conflicto con el PKK, hacen temer que desde el ejecutivo se lance una campaña de silenciamiento mediático contra voces opositoras al AKP, lo que dañaría gravemente la legitimidad de los futuros comicios.